Brasil, el autodenominado "país del fútbol" y dueño de cinco títulos
mundiales, culminó este domingo, en la final de la Copa Confederaciones,
casi tres semanas de protestas que han tenido en su epicentro a la
FIFA.
El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, que estuvo presente este
domingo en el Maracaná, fue recibido en Brasil con un sonoro abucheo el
pasado día 15 en el partido inaugural en Brasilia, cuando estaba al lado
de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, que decidió ausentarse de
la final para evitar un mayor desgaste de su imagen.
Dos autobuses de la FIFA fueron apedreados a lo largo de la
competición y los manifestantes violentos también han mostrado especial
saña para atacar a algunos establecimientos de patrocinadores oficiales
del Mundial.
En estas tres semanas, en las que las protestas se han extendido por
todo el país por un descontento social que engloba el Mundial de 2014,
la corrupción y otros numerosos asuntos, la popularidad de Rousseff
sufrió un durísimo varapalo cayendo 27 puntos en las encuestas.
Las protestas registradas este domingo en Río de Janeiro en las
inmediaciones del Maracaná tenían como blanco principal la organización
de la Copa Confederaciones y el Mundial, torneos asignados a Brasil por
el empeño del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, padrino político y
antecesor de Rousseff.
Miles de personas, en dos manifestaciones sucesivas a las puertas del
Maracaná, alzaron su voz contra el despilfarro que ellos creen que ha
habido en la organización de los torneos deportivos, los desalojos de
familias pobres que vivían cerca de los estadios y contra la elitización
del fútbol.
Uno de los organizadores de la primera protesta de este domingo, el
estudiante Marcus Lanes, acusó al Gobierno brasileño de haber claudicado
ante las exigencias de la FIFA.
"El Gobierno aceptó someterse a las reglas de la FIFA, se sometió a
invertir millones en estadios, cuando debería invertir millones en
educación, millones en salud", dijo Lanes a Efe.
El activista señaló que para organizar el Mundial, el Gobierno "está
quitando" recursos del pueblo, para dárselos "a una elite que va a ver
el Mundial" y "a una empresa", la FIFA, "que ya tiene millones y no
invierte en el país ni en la población".
La FIFA no se siente intimidada por las protestas y considera que los
manifestantes "se equivocan" al poner como "blanco" al organismo rector
del fútbol.
"Nunca voy a admitir que decirle a la FIFA que se vaya es la batalla
correcta. De nada sirve pedir eso. No nos vamos", dijo tajante el
secretario general de la FIFA, Jérôme Valcke, en una entrevista al
diario "O Estado de São Paulo" publicada el pasado viernes.
El propio Valcke admitió que la FIFA y las autoridades brasileñas
tendrán que "luchar" a partir de mañana para convencer al mundo de que
las manifestaciones son normales en una democracia y "no impiden" al
público ir al país sudamericano con tranquilidad durante el Mundial.
Durante la competición, que de forma irónica ha sido llamada en
algunos medios como "la copa de las manifestaciones", las protestas se
han intensificado progresivamente en las seis ciudades sedes y, en
especial, donde se jugaban partidos de la selección brasileña.
En el partido de inauguración, cuando las protestas aún no se habían
generalizado por todo el país, cerca de mil jóvenes llegaron hasta las
puertas del estadio Nacional de Brasilia y dificultaron el acceso de los
aficionados que querían presenciar el Brasil-Japón.
La policía disolvió la marcha con gases lacrimógenos y balas de goma cuando la ceremonia inaugural había comenzado.
En el resto de partidos -en Fortaleza, Salvador, Belo Horizonte o Río
de Janeiro- la policía no volvió a permitir que se acercasen tanto a
los recintos deportivos estas marchas, que llegaron a congregar a
decenas de miles de personas.
Se instalaron cordones policiales a cerca de tres kilómetros de los
estadios para contener a los manifestantes y siempre se acabó con
enfrentamientos entre las fuerzas del orden y grupos violentos, cada vez
más populosos.
Este domingo hubo una nueva confrontación iniciada una media hora
antes del comienzo del encuentro, después de que un grupo de
manifestantes lanzara objetos contra un cordón policial que impedía el
avance hacia el Maracaná.
Según medios locales, el enfrentamiento resultó en seis heridos, todos manifestantes, aunque se desconoce su gravedad.
Dos autobuses de la FIFA, que estaban sin ocupantes, fueron
apedreados en Salvador el pasado día 20, fecha del partido
Uruguay-Nigeria.
En la semifinal Brasil-Uruguay, en Belo Horizonte, un joven de 21
años murió al caerse de un viaducto durante la marcha, que concluyó con
graves disturbios, como el incendio de una concesionaria de automóviles
de Hyundai, patrocinadora del Mundial. EFE
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